Machlup: semántica económica
Trabajos pioneros como el de Fritz Machlup son un antecedente de
la preocupación por las implicaciones de la terminología utilizada en la
disciplina económica. Aún cuando para Lawson la preocupación por los
temas semánticos es indispensable para analizar con precisión las
implicaciones de los discursos, también considera fundamental llevar el
análisis a una dimensión ontológica.
Es importante considerar, entonces, que a todo término le
corresponden
“ciertas consecuencias” (apelo aquí al término
“consecuencias” en un sentido de carácter particular, dados
los propósitos del presente trabajo)
[] que pueden ser observados a fin de enriquecer su
aprehensión
“real”, tanto desde una perspectiva semántica
como desde una perspectiva ontológica.
La ontología de una teoría no se encuentra en una correspondencia
sencilla con su ideología.
[]Para Quine, por ejemplo, si se tiene adecuadamente en cuenta la
distinción entre significación y referencia, los problemas de lo que
genéricamente se llama semántica quedan divididos en dos provincias tan
fundamentalmente diversas que no merecen una apelación común. Se les
puede llamar ´teoría de la significación´ y ´teoría de la referencia´.
Aunque, que haya límites entre estos campos no quiere decir que haya
barreras entre ellos, nos dice Quine.
[]La noción de
“compromiso ontológico” pertenece a la
teoría de la referencia. Porque si queremos hablar de compromiso
ontológico de un discurso que no se encuentra en una forma de lenguaje
explícitamente cuantificada y basar al mismo tiempo nuestra discusión en
una supuesta sinonimia entre los enunciados dados y sus traducciones a
un lenguaje cuantificacional, nos encontramos naturalmente envueltos en
problemas de la teoría de la significación.
Dada una teoría, su ontología es uno de los aspectos
filosóficamente interesantes que pueden atraer a su estudio. Pero
también podemos preguntarnos por su ideología, por eso es que la
ontología de una teoría no se encuentra en una correspondencia sencilla
con su ideología.
La
“semántica económica” (herramienta propuesta por
Machlup) nos ayuda a aclarar ideas confusas. Sin embargo, hay que
analizar con más detalle cuál es en concreto la propuesta que Machlup
ofrece.
En 1974 Fritz Machlup escribió en su
“Semántica
económica”[
Machlup74] que tanto en el
lenguaje científico como en el lenguaje cotidiano se emplean homónimos,
pero el contexto hace que sus significados sean suficientemente
distintos para que la vaguedad de ciertos vocablos no de como resultado
que en ocasiones se produzcan contradicciones sorprendentes, las cuales
se suman al ya conflictivo ambiente de la compleja
“realidad
social”.
Es entonces pertinente preguntar ¿cómo es posible que las palabras
puedan usarse de un modo arbitrario? A lo que Machlup responde
ofreciendo varios ejemplos, un escenario en el que muestra que los
economistas no son cuidadosos con las palabras que usan, ni siquiera con
aquellas de su propia disciplina. Es precisamente este uso arbitrario de
términos de los que desconocen sus implicaciones (significados), lo que
explica los resultados poco satisfactorios en términos, por ejemplo de
políticas económicas.
Si el éxito de una teoría consiste en formular predicciones
correctas y sobrevivir a pruebas estadísticas, si significa también que
encaja dentro de un sistema deductivo, entonces otras teorías deben
fundarse en ella. Sin embargo, es difícil creer que la teoría nos
permita captar de alguna manera la variabilidad de las partes relativas
a medida que cambian los datos.
Por ejemplo, el micromodelo del mercado perfecto juega el mismo
papel en la microteoría que la teoría del equilibrio en la macroteoría.
Aunque, lo conveniente sería que tanto en macro como en microteoría el
equilibrio se entienda sólo como un recurso para generar experimentos
mentales.
Y además debe tomarse en cuenta que siempre están involucrados
juicios de valor. Para Machlup es un error que los autores no sean
claros con las intenciones que tienen al mostrar ecuaciones.
[]La macroteoría está repleta, por ejemplo, de ecuaciones de
identidad, que en sentido estricto no son tales, pues el referente es el
modelo con el que se relacionan, y este, depende de variables distintas
en cada caso. El conjunto de ecuaciones siempre remite a las
implicaciones de los sucesos que esperamos que ocurran.
Por ejemplo, podemos definir equilibrio en el análisis
económico, como una constelación de variables interrelacionadas,
seleccionadas, ajustadas unas a otras en forma tal que en el modelo
que integran, no exista ninguna tendencia inherente al cambio. Tanto
el modelo, como el equilibrio, son construcciones mentales (basadas en
la abstracción y en la imaginación.
[]
El equilibrio también es la compatibilidad mutua de un conjunto
seleccionado de variables interrelacionadas, para valores particulares.
Supongamos un conjunto formado por las variables A, B, C, D y postulamos
ciertas relaciones entre las variables (bajo la forma de ecuaciones de
comportamiento, de relaciones técnicas psicológicas o institucionales o
de simples definiciones). Si estas variables son compatibles, todo puede
seguir como está. Pero si incrementa la variable C, entonces ya no es
compatible con A, B y D y las cosas deben ajustarse. Es por tanto
importante, hasta aquí, recalcar la relatividad de la compatibilidad
para que tenga sentido la afirmación de equilibrio.
La compatibilidad entre las variables depende siempre de las
interrelaciones postuladas y de la limitación del modelo con respecto a
las variables elegidas. El
“mundo real” contiene un número
mayor de variables que cualquier modelo económico abstracto; sus
interrelaciones reales son desconocidas y más aún incognoscibles (entre
otros motivos, porque sus cambios en el tiempo son imprevisibles). En
consecuencia, el equilibrio entre variables seleccionadas sería
inobservable aun si cada una de estas variables tuviera una réplica
observable en el mundo real.
[]Además es indispensable recordar que las ecuaciones de identidad
son esencialmente clasificaciones. Por ejemplo, pensemos en la ecuación
de identidad que dice que las ganancias (G) o bien se pagan como
dividendos (D) o bien se reinvierten en la empresa (R); así pues, G=
D+R. Si en cualquier periodo los dividendos pagados resultan ser más
altos de lo que originalmente se dijo, en tanto que las ganancias
retenidas se manifestaron correctamente, entonces (G) tiene que aumentar
junto con (D). Si suponemos además que las empresas no utilizan sus
ganancias retenidas para realizar inversiones reales, sino más bien para
aumentar sus tendencias de líquido en efectivo, mientras que los
tenedores de acciones gastan sus dividendos en consumo, entonces un
aumento de D, a través de un aumento de la demanda efectiva puede
conducir a un aumento de las ganancias G, lo cual, a su vez envuelve un
aumento en G o en R o en ambos. La serie de acontecimientos que acabamos
de describir no es necesaria, ni siquiera la más probable de varias
posibilidades y el resultado bien puede ser el contrario.
El conjunto de ecuaciones encierra implicaciones en lo
concerniente a sucesos que debemos esperar que ocurran.
[]Es entonces cuando aparece la necesidad de añadir funciones de
conducta. Antes de poder juzgar la mensurabilidad de las variables y las
relaciones en un modelo teórico es necesario aclarar la distinción entre
“construcción mental” y
“concepto
operacional”. Una definición operacional describe las operaciones
utilizadas para determinar o medir un suceso o estado
observado.
[]Por el contrario un modelo teórico contiene una construcción
idealizada. Este es el caso, por ejemplo, de un modelo teórico de
construcción de precios. Una construcción mental no es medible aunque a
menudo esté hecha de manera tal que corresponda a algo
observable.
En palabras de Machlup:
“La esencia de algo en su pureza
real, sólo puede expresarse a través de una ficción”.
[]Machlup claramente sugiere la importancia de las obras literarias,
en particular, de la poesía. Que por el momento no son tema a
desarrollar y simplemente lo menciono como pretexto para desarrollar un
proyecto futuro.
Así, los modelos de la teoría económica suelen contener dos tipos
de construcciones: variables y de relaciones (entre dos o más
variables). En la realidad cambian cosas que, sin embargo, en los
modelos abstractos se dan por inmutables. A menudo podemos explicar,
pero no predecir, podemos predecir, pero no controlar.
A la explicación del pasado se le llama historia. A los intentos
de controlar el futuro, especialmente cuando se encarga de esto el
Estado, se le llama política. Así pues, los tres campos de aplicación de
la teoría económica son: a) la historia económica, b) el pronóstico
económico y c) la política económica. La historia se reescribe para
ponerla al servicio del presente. Los hombres escapan a las reglas que
ellos mismos crean. Las crisis económicas no se pueden pronosticar y son
la manifestación última de la impredicibilidad, las políticas económicas
fallan precisamente porque los cambios en el mundo no se imponen, ni se
modifican a través de recetas gubernamentales.
La confusión de las construcciones mentales con los conceptos
operacionales es un error del que pocos logran escapar. Como dice
Machlup:
“Un físico nuclear norteamericano escribió acerca de una
pregunta ingenua sobre si las partículas nucleares ´existen realmente´.
Señaló que tal pregunta no tiene mucho sentido, pues no importa en lo
más mínimo que el electrón o el neutrino tengan existencia fuera del
modelo teórico, además que la creencia en su existencia real es un
obstáculo mental para el avance de la teoría.”[]Todas las variables, así como todas las relaciones de los modelos
teóricos están idealizadas o son construcciones mentales para las cuales
puede existir réplica operacional o no. En su mayor parte las réplicas
operacionales de las variables teóricas son mesurables.
Las microvariables son, a menudo, más fácilmente mesurables que
las macrovariables, dado que la microteoría está fundada en el
individualismo metodológico, que es el principio de iniciar todas las
deducciones teóricas a partir de generalizaciones sobre las elecciones,
las decisiones y las acciones del individuo
[].
Por otro lado, pero en el mismo sentido, para Machlup el problema
de la verificación en la economía es uno de los ejemplos –que se suma al
de la semántica en estricto sentido- que muestran desajustes teóricos en
los que se debe poner atención. Muchos autores han insistido en
la naturaleza a priori de la teoría y al mismo
tiempo en su valor empírico para el área de la economía aplicada. Sin
embargo, cuando se trata de
la naturaleza a priori
en los
“supuestos”[] utilizados por la economía dominante se pasa por alto que
se están asumiendo como verdades fundamentales y que son condiciones
asumidas sobre las que se construye una
“realidad” o un
modelo relativo a ellos; finalmente son parciales, en opinión de
Machlup[
Machlup04].
No existen reglas de verificación que puedan ser absolutamente
confiables. Tomemos por ejemplo el caso de las reglas de verificación
experimental, donde están implicados los conceptos de reproducibilidad
de resultados, acuerdo entre las determinaciones realizadas por métodos
diferentes e independientes.
Todos estos son principios poderosos, pero se podrían ofrecer
ejemplos en los cuales fueron aplicados de modo adecuado y sin embargo
el enunciado que parecieron confirmar resultó ser falso.
[]En este sentido, cuando se efectúa un estudio sobre el significado
de las palabras y los problemas relacionados con la verdad o falsedad de
sus proposiciones Machlup sugiere recurrir a las nociones fundamentales
de la filosofía tradicional, que distingue dos tipos de causas: a) la
causa formal y b) la causa material.
Causa formal es aquella forma intrínseca o apariencia que adopta
cualquier concepto y que produce un efecto de una magnitud económica. En
cambio, la causa material es la materia de que está hecha esta magnitud
o, en otras palabras, aquella cosa que la hace posible y sin la cual no
se podría producir.
Sin embargo, como mostrará Lawson más adelante, los modelos
económicos carecen (en su mayoría) de relación con la
“realidad
social”. No tienen, por tanto, un adecuado referente ontológico,
que es precisamente el tema al partir del cual Lawson desarrollará el
proyecto de
“realismo critico”, con fundamento en una
“ontología social relacional”.
El análisis que realiza Lawson es de carácter ontológico, que en
algún sentido implica ya una interpretación semántica del
lenguaje.