El impacto de la ley de la disrupción

A partir de mi entrada anterior Sergio se interesa en la ley de la disrupción y se pregunta, con toda la razón del mundo,  cómo se producirán los cambios sociales abruptos.

Según Downes y Mui la la ley de la disrupción se enuncia: «los sistemas sociales, políticos y económicos cambian incrementalmente pero la tecnología cambia exponencialmente».
ley de la disrupción
El carácter exponencial es la suma de las tres leyes digitales de moore, gilder y metcalfe que también son exponenciales. El potencial de la misma es inmedible.

Para que el lector comprenda cómo no estamos divagando suelo usar en mis charlas un ejemplo concreto: el desarrollo de las redes de intercambio de ficheros. A grandes rasgos este sería el cronograma:
  1. cambio tecnológico: surjen napster, edonkey, emule, etc;
  2. emule probablemente sea el programa GPL más usado del mundo, a pesar de contar con un interfaz, digamos, infernal, hasta el último mono ha sido capaz de instalarlo y dedicarse a la descarga de copias privadas a mansalva;
  3. amén de cuestiones exclusivas de la industria musical, las compañías empiezan a notar un declive en las ventas de sus productos musicales (obsérvese que en ningún momento uso el adjetivo «artístico») y la SGAE se alarma;
  4. el eficaz cabildeo de la industria discográfica transforma las leyes de propiedad intelectual (DMCA y LPI).
Pero volviendo al meollo del asunto, ¿cómo se producirán los cambios sociales? Lo cierto es que no tengo ni puta idea. Sólo sé que están en marcha y tienen muy mala pinta. Hace tiempo leí a alguien, que si bien me pareció muy sabio no he sabido recordar, que un problema capital del ser humano es la incapacidad de comprensión de la función exponencial. Hoy día, cuando se estudia la supervivencia de la especie con criterios economicistas ya se está demostrando que no salen las cuentas. Yo entiendo que es una consecuencia de la aseveración anterior.

PD: Si algún voluntario me honrase con versiones svg de mis horribles gráficos haría un favor enorme a este «libre pensador de andar por casa».

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