La escuela clásica es considerada por muchos como la primera
escuela moderna de economía. Existe un consenso generalizado que
indica que la economía moderna surge con la publicación en 1776 de la
“Riqueza de las Naciones” porque ofrece un análisis
sistemático y diferencial del estado de la problemática económica de
su época. Una característica interesante de esta Escuela es el matiz
moral, que indicaba que el egoísmo de los agentes sociales proveía a
la economía en su conjunto de efectos positivos.
Los economistas clásicos intentaron y en parte lograron explicar
el crecimiento y el desarrollo económico. Crearon sus
“dinámicas
de crecimiento” en una época en la que el capitalismo se
encontraba en pleno auge tras salir de una sociedad feudal y en la que
la Revolución Industrial provocaba enormes cambios sociales. Estos
cambios también dieron lugar a la cuestión de si se podría organizar
una sociedad alrededor de un sistema en el que cada individuo buscara
simplemente su propia ganancia (económica).
Algunos postulados de esta escuela son: el estado no debe
intervenir en el funcionamiento de los mercados, ya que los agentes
económicos en su acción individual, como por medio de una
“mano
invisible”, son dirigidos al equilibrio y a la eficiencia. Este
es el
laissez faire. En
consecuencia, las políticas fiscales, monetarias y los subsidios
obstaculizan el funcionamiento del mercado
[].
La producción ofrecida por las empresas viene determinada por el
nivel de pleno empleo (a través de la función de producción). Por
tanto, la oferta domina sobre la demanda. La curva de oferta es
vertical y es la que determina el nivel de producción y por lo tanto
de equilibrio; variaciones en la demanda tan sólo producen variaciones
en los precios.
Fue desplazado en gran parte por escuelas marginalistas de
pensamiento (tal como la escuela austriaca), que desde su perspectiva
el valor deriva de la utilidad marginal que los consumidores
encuentran en un bien antes que en el costo de los insumos que
componen el producto.