Ya divisaba el gran Michaux
los osopetos hace lustros, y hoy nos rodean en el laberinto -de castas
o de oscura piel de trufa. Devoremos su pastel de trufa: que actúen
nuestras enzimas insolentes; intoxiquemos de neologismos sus despachos,
aunque la confusión sólo cause cierta agitación; es
la hora de asesinar al asesino.
Acuso al joven de mudar
su piel a trufa; es decir: lo acuso de no ser joven. Acuso al que cubre
su piel de osopeto de túnica kirsch, de vanguardia, de ideología
o religión...es decir: te acuso a tí y me acuso a mí.
El joven debe correr la
calle de la licuefacción de la conciencia. Sólo más
tarde se puede construir. “¡Ser de natural combativo, agresivo, intolerante
y no reclamarse de ningun dogma!”; ¿es un non-manifiesto?; ¿non-iconoclasta?;
¿sólo una declaración de intenciones?; ¿nos
gustan los cantautores? ¡Construir sobre las cenizas de una rabia!
¿EXPRESIÓN?¿ETERNA CRÍTICA?
Nuestra situación: “arte” doméstico espera al joven después de la jornada laboro-precaria en el Gran Mercado -el del tio Bull Lee palidece de benignidad junto al de la realidad actual; a su lado la televisión grazna: ”el joven ES pasivo”. Quizá el joven sabe demasiado: ha vivido 1000 generaciones en una sola; ¿no era sabio el viejo?...
De algún modo Sefronia
ha construido canciones sobre la impotencia ante el constante hedor a osopeto
y el consiguiente aburrimiento. Mas no hay atisbo de cinismo: cierta lógica
invita a esperar un mejor mundo desde uno “impeorable” (?). Quizá
no es ahora el momento de hablar de amor. Al final del tunel el cometa
acaricia nuestros pies, pero antes entonemos el blues de la clase media:
en el 2001 es ya, por supuesto, patéticamente atonal; el último
gorgorito en el suicidio occidental es una muy humana carcajada.
Sefronia,
noviembre de 2000